30 de noviembre de 2019

Roseau

Plantación de caña de azúcar en la isla caribeña de Santa Lucía.


VALLE DE ROSEAU
(Fragmento)

                                                                                        Para George Odlum
Una palada de mirlos

salió disparada desde el borde de la carretera
y la memoria trinó retrocediendo
más allá de la estremecida apisonadora
que asfaltaba el camino
este amanecer a través de Roseau
hasta la fábrica de azúcar, que rugió
al detenerse, y del eco cada vez más amplio
de la caña, cuando solían cultivarla
en este dulce valle;
entonces, desde las flechas de las cañas,
salieron disparados los mirlos, andanada
tras andanada de acólitos,
convirtiendo todos los días en domingo
tras la huelga. Ahora no hay luz
en la fábrica abandonada.

Derek Walcott
Versión de David Huerta
Derek Walcott, poeta y dramaturgo caribeño (Castries, Santa Lucía, 23.01.1930 - 17.03-2017). En 1992 le fue otorgado el premio Nobel de Literatura.

Roma

Grabado de Giovanni Battista Piranesi (1720-1778).


A ROMA SEPULTADA EN SUS RUINAS

Buscas en Roma a Roma ¡oh peregrino!
y en Roma misma a Roma no la hallas:

cadáver son las que ostentó murallas
y tumba de sí proprio el Aventino.

Yace donde reinaba el Palatino
y limadas del tiempo, las medallas
más se muestran destrozo a las batallas
de las edades que Blasón Latino.

Sólo el Tíber quedó, cuya corriente,
si ciudad la regó, ya sepultura
la llora con funesto son doliente.

¡Oh Roma en tu grandeza, en tu hermosura,
huyó lo que era firme y solamente
lo fugitivo permanece y dura!

Francisco de Quevedo

Granada

La Torre de la Vela, con su campana, en la Alhambra de Granada.


Solamente por oír
la campana de la Vela
te puse una corona de verbena.

Granada era una luna
ahogada entre las yedras.

Solamente por oír
la campana de la Vela
desgarré mi jardín de Cartagena.

Granada era una corza
rosa por las veletas.

Solamente por oír
la campana de la Vela
me abrasaba en tu cuerpo
sin saber de quién era.
 

Federico García Lorca

Santander

El puerto de Santander a mediados del siglo XX.

SANTANDER EN MI RECUERDO

Santander en la noche,
en la orilla del agua.
Del agua que en los muelles
escupe verde y mala.
(Santander en la noche, en mi recuerdo;
en la orilla del mar, de mi nostalgia.)


Turbios bultos y sombras.
de lonas y gabarras.
Las grúas crecen tanto
que parecen fantasmas,
fantasmas que apagan las farolas soñolientas
que duermen en la escarcha.


(Dos marinos borrachos
por las calles lejanas,
entre blasfemias rojas
buscan la madrugada.)


Santander en la noche,
en la orilla del agua,
del agua que en los muelles
escupe verde y mala.
(Santander en la noche, en mi recuerdo;
en la orilla del mar, en mi nostalgia...)

José Luis Hidalgo
Poeta español (Torres, Cantabria, 10 de octubre de 1919 - Madrid, 3 de febrero de 1947).

Marrakech

Mercado de la Mellah (barrio judío) de Marrakech.
(Foto: Sergio Otegui Palacios)

MARRAKECH

Tiene pozo la casa que habito con mi amor
a las puertas del desierto,
limones, naranjas dulces y una mujer bereber
que da gracias a Alá por nuestra suerte
tatuada de azul como la porcelana
de mis viejos versos.
A veces Juan nos invita a observar
                                                     cigüeñas
por si al sonido del té o de las conversaciones
en las azoteas de la judería
recuperan su antigua forma de inquietas
amistades que volaron.
Así los días pasan tan protegidos
por el aliento del Atlas y el polvo
como por los límites
de la isla, los canales del Mersey y los trenes,
o las llanuras desoladas
                                de Mazovia
en otro tiempo.
La luz ilumina tu nombre cada tarde
y los cuadros de Aleja la escalera.


Yolanda Soler Onís

Poeta y periodista española, nacida en Comillas (Cantabria) en 1964.

Reykjavík



ICELANDAIR

abuela se fue a Islandia
abuela volvió a casa desde Islandia
ha coleccionado piedras y hecho ganchillo
se ha tatuado el brazo
nos sentamos a la mesa del salón
miramos las fotos reveladas
algunas con el dedo delante de la lente
es como ser vieja
el agua huele a azufre en Islandia
y la gente no vende sus casas
pero Reykjavík es una ciudad bonita
del tamaño justo, dice ella
una mezcla de nosotras dos

en una foto abuela está de pie frente a una laguna azul
y si yo fuera Islandia
abuela sería allí unas aguas termales
está de pie y fuma
como un pequeño géiser


Isabell El-Melhaoui
Versión de José Manuel Romero Santos

Isabell El-Melhaoui es una poeta noruega nacida en 1993.

29 de noviembre de 2019

Tartu



El segundo día de las Navidades empezó
a nevar de nuevo en Tartu.
El alma se sintió aliviada.
Roosi, la vieja dama que estuvo sobre
el filo de la muerte en Auschwitz y amaba
desmedidamente los colores de la vida,
pero quedó ciega, me escribe desde la calle
de Fort Washington que aun en la oscuridad
distingue la luz de las sombras.
Y da gracias a Dios.
Toda la tierra y lo que en ella hay
queda envuelto de luz.
La nieve y el alma.
El alma y la nieve.

Jüri Talvet
Versión de Albert Lázaro-Tinaut, revisada por el autor.

Jüri Talvet es un poeta, ensayista, hispanista y traductor estonio,
nacido en Pärnu el 17 de diciembre de 1945.
   

Simancas



ELEGÍA DESDE SIMANCAS
(Fragmento)

Ya bien mediado abril, cuando la luz no acaba
nunca,
y menos aún de noche,
noche tan de alba que nos resucita,
y nos camina
desde esta piedra bien pulimentada,
respirando la historia, aquí, en Simancas.
Y se va iluminando
la curva de los muebles,
las fibras del papel ardiendo en la peña madre,
él ábside de los pergaminos,
la bóveda de las letras. Y los nombres cantando
con dolor, con mentira, con perjurio,
con sus resabios de codicia y de
pestilencia y de amor. Y se va alzando
el cristal, donde un nuevo recocido
limpia sus poros y moldea a fondo
su transparencia, junto a las encinas
en alabanza con su sombra abierta.

Claudio Rodríguez
Poeta español (Zamora, 30 de enero de 1934 - Madrid, 22 de julio de 1999).

Viaje en tren



El tren arranca lentamente... El pueblo viejo
tiene en sus grandes casas, sucias y silenciosas,
una opaca, doliente y suave claridad,
perdido entre las gasas azules de la aurora...

Se ven calles sin nadie, con las puertas cerradas,
un reloj da una hora desierta y melancólica,
y, en una pared última, cerca del llano verde,
vacila, polvorienta, una triste farola...

Llovizna... Algunas gotas mueren en el cristal...
Los molinos de viento son vagamente rosas...
Huye más el paisaje... y la ciudad se pierde
allá en el campo inmensos, que un sol difícil dora...

Juan Ramón Jiménez
(Moguer, Huelva, 23 de diciembre de 1881 - San Juan, Puerto Rico, 29 de mayo de 1958).

París

Los molinos de Montmartre en una pintura de Maurice Utrillo (1923).


ADIÓS

PARÍS
Una estrella desnuda
Se alumbra sobre el llano

                          Esa estrella la llevara en mi mano

En Notre-Dame
                                     los ángeles se quejan
Al batir las alas nacen albas
Mas mis ojos se alejan

Todas las mañanas
Baja el sol a tu hostia que se eleva
Y en Montmartre los molinos
                                                              la atmósfera renuevan

París
En medio de las albas que se quiebran
Yo he florecido tu Obelisco
Y allí canté sobre una estrella nueva

                                                                                  ADIÓS

Llevo sobre el pecho
Un collar de tus calles luminosas

Todas tu calles
                                    me llamaban al irme

Y en todas las banderas
Palpitaban adioses

Tus banderas de los nobles ardores

Al pasar
                       arrojo al Sena
                                                          un ramo de flores

Y entre los balandros que se alejan
Tus balandros que pacen en las tardes
Dejar quisiera el más bello poema

El Sena
                                 bajo sus puentes se desliza
Y en mi garganta un pájaro agoniza


Vicente Huidobro
(Santiago de Chile, 10 de enero de 1893 - Cartagena, Valparaíso, 2 de enero de 1948).

Nápoles



A NÁPOLES

Nápoles apareja sus jardines
y ofrece al pez, virgíneas, sus corolas,
sus anclas de azahar, sus amapolas,
su pulso en flor, su anzuelo, a los delfines.

Toman baños de sol los bergantines.
La lava baja al mar en rompeolas.
Pompeyas de coral cuajan las olas.
La sal sabe a limón, sabe a jazmines.       
        
Y en náutico cristal, la alegoría
del foque y el jardín... Mesa revuelta   
que congrega al balandro y al tranvía       
        
con el Vesubio, allí, casi en la puerta... 
Y Capri en la azulada lejanía   
de un sueño organizado a pierna suelta.

Adriano del Valle
Poeta español (Sevilla, 19.01.1895 - Madrid, 1.10.1957).

28 de noviembre de 2019

Trieste



HOTEL JAMES JOYCE

A través de la noche –cerrando los ojos en esa sombra abierta del sueño–
entra el mar a mi cuarto. Hay constelaciones y moradas en un olvido sin
edad ni fondo. Entran también el cielo y el silencio; brotan palabras hermosas.
Duérmete, amada, y contempla esta noche donde nuestros nombres no
regresan. Ven a ver el viento entre veleros, lo visible y palpable que está
afuera de esta habitación. Hay nubes de toda condición, almas tatuadas por
caricias ardientes, una alegría serena que madura desnuda, una hora y las
campanas de la iglesia ortodoxa, una túnica azul de espuma y los monosílabos
que hacen saltar a Trieste. (Pero también veo la Risiera de San Sabba y las
pinturas de Vito Timmel. ¡Ay, qué dolor, qué terrible todo!)
El edificio es de 1770 y frente a mí se extiende el mundo. Algo se anuncia,
amada, algo se anuncia en estas alas hacia auroras distantes. Algo que
desconozco vuelve a ser todo. No es el azar ni la plegaria. Tampoco es fruto
de una bella ilusión. Hay una pasión que huye, un deseo por perecer en
hondo aliento. Un ascenso de otra magnitud, redentor, que respira la
eternidad del hombre, que invade recuerdos, el amor en la memoria de
los árboles, de las travesías. En la mirada –radiante y sorprendida– una
fábula eleva el tiempo de los días. En via dei Cavazzeni, 7 los ojos se
consuelan y apaciguan cuando a través de la noche los dioses invocan la
circulación de ese mar trajinante.

Carlos Penelas
Poeta argentino (Avellaneda, Buenos Aires, 1946).

Oslo



Llueve en el parque Vigeland
su monolito indaga en la ciudad
las soledades
en el tren la autopista
en el bar a la neblina libre
sobre el puerto.

(Hoy no será mi corazón la fuga de palomas
que se apartan al paso)

Ni cuando vuelva a mi país
de agaves
y coyotes que cazan musarañas.

Tan pronto llegue
tan pronto empiece a abandonar el parque Vigeland.

Claudia Sánchez Rod
Poeta mexicana (Ciudad de México, 1972).

Huelva


TARTESSOS

Existe un hilo rojo que recorre el tiempo.
La Historia nos habita

Quiero decir la luz
que se adelgaza
entre los verdes dedos
de palmera.

Y la luna pequeña,
casi recién nacida,
como el anillo roto
de un corazón.

Y Huelva,
como nunca africana
en primavera
y las húmedas tumbas
de los viejos Tartessos,
que aún vibran
en la parte
más etérea del aire
que hoy respiro.

Gloria Díez
Poeta y periodista española, nacida en Asturias

(Fuente: Gloria Díez, Inocente ceniza. Ediciones Doce Calles, Aranjuez, 2018.)

Nagasaki



NAGASAKI EN CADA ANIVERSARIO

I

Abandonas tu sombra en el camino
y te empuja la niebla a regar el otoño
con lluvia de cenizas.

Quizá te reconozca la añoranza de otros
que esperan que tus pasos delaten y murmuren
el nombre de la nube
que arrancó los cimientos de tu casa.

No sabrás si tus hijos
te llamaron a gritos con la boca quemada.

Si quedaron pupitres
con niños olvidados
o la tierra abrazó todas las almas.

II

El último secreto que guarda la memoria
me ha dejado muda.

En esta tormenta que huele a pasado
se parten las ramas de todos los árboles
y un largo paseo me invita a ser alguien
que no reconozco.

Le han traído al tiempo la voz de otro idioma
y lleva las uñas pintadas de negro
como los fantasmas que no se acostumbran
a ser epitafio.

No quiero oír mañana que mi vida
espera un destino detrás de los sueños,
que no puedo ahogarme en este presente
que nubla la tarde
y entierra en su lienzo
a todas las sombras.

Ana Merino
Poeta y dramaturga española, nacida en Madrid en 1971.

Vilna



NOCTURNO DE VILNIUS

Nieve y noche, solas.
Solo torres, cruces y grúas.
Tejados nevados, nada más.
Solo cornisas con relieves de adivinanzas.
Pálida luz de los faroles
tembletea sobre la nieve con alas
doradas de enormes mariposas: me atolondra.
Rompen a hablar los árboles,
zigzaguean sus ramas desnudas.
Melodías de ramas negruzcas
como un grito mudo.
Hileras de tilos estremecen
todas las plazas con su canto.
Una red negra de ramitas,
y blanca canción en la red.

Fluye lento Neris como lava negra,
lleva lirios gigantescos
de nieve y hielo.
Temo cerrar los ojos: no se me pierda su florecer.
Temo que al despertar se esfume todo.
Y en cada rincón de las calles bajo la sombra azul,
debajo de cada arco iluminado por las estrellas
surge una visión ya olvidada
y se oye el cuento de hadas
que nadie nunca contó…

Solo se ponen a cantar pasos sobre la nieve
como un violoncelo lejano hechizado en el ventisquero
o como el corazón
en la blanca soledad de medianoche,
como la mano tendida hacia el muro helado,
como el hálito de llama temblante
sobre los labios.

Siento cómo el calor de los que duermen
traspasa los muros helados.
Descifro destinos en la acera,
escritura zigzagueante de las pisadas.

Sobre la nieve siguen tremolando
mariposas doradas.
Me atolondran.
Nieve y noche, solas.

Janina Degutytė
Versión de Birutė Ciplijauskaitė

Janina Degutytė, poeta lituana (Kaunas, 6 de julio de 1928 - Vilnius, 6 de febrero de 1990).

27 de noviembre de 2019

Santiago de Chile



CRONOS

En Santiago de Chile
Los
días
son
interminablemente
largos:

Varias eternidades en un día.

Nos desplazamos a lomo de luma
Como los vendedores de cochayuyo:
Se bosteza. Se vuelve a bostezar.

Sin embargo las semanas son cortas
Los meses pasan a toda carrera
Ylosañosparecequevolaran.

Nicanor Parra
Poeta chileno (San Fabián de Alico, 5.09.1914 - La Reina, Santiago, 23.01.2018).

Zamora



CANCIÓN CINCO

Por los puentes de Zamora,
sola y lenta, iba mi alma.
No por el puente de hierro,
el de piedra es el que amaba.
A ratos miraba al cielo,
a ratos miraba al agua.
Por los puentes de Zamora,
sola y lenta, iba mi alma.

Blas de Otero
(Bilbao, 15 de marzo de 1916 - Majadahonda, Madrid, 29 de junio de 1979).

Benalmádena

Torrequebrada, en Benalmádena (Foto: Diputación de Málaga).


HIJO DE LA MAR

Sobre esa arena yace todavía. Es la playa de Benalmádena.
Allí Torrequebrada. Rocas al fondo y el mar inmarcesible.
Holocausto en azul, todo es luz libre.
Aquí la arena fuego no es, pues si arde y quema
el agua pasa suave y la enardece
de otros húmedos brillos. Y aquí en espuma cede
el mar algo que es suyo, por derecho de posesión durable: siglos.
La estatua es bella. Quizá desde la costa del sur de Italia
salió, cuando los Flavios, en un barco ligero
cargados de tesoros, mosaicos y marfiles, arcas de gruesa especie, mármoles, piedras, brillos…
Todo pesado y bello, peligroso en la cava, cuando el tablero es frágil.
Atravesó el soberbio Mediterráneo en calma: todo poder, en olas.
Y ya aquí junto a esa costa, rumbo ¿adónde? en la Bética, la mar irguiose.
Acaso fue su cólera, quizá el desdén: el barco
tragado fue en las minas azules y hubo un grito
armónico, y las ondas hermosas prevalecen.
Todo quietud el mar, el “mar nuestro”, reposa.
Y guarda. Veinte siglos sin alterar su lento
conocimiento: nave, tesoros, piedras, luces,
veladas suavemente por una arena en calma,
son un silencio antiguo, sin tiempo, entre las ondas.
Hasta que nuevas sombras, humanas, ay –delfines–
desnudas irrumpieron, rompiendo el ser constante.
¿Hay algo más constante que el mar? Sus salas únicas
en majestad se esparcen, otorgan, y nadie pisa el ámbito.
Y los delgados peces –no fueron hombres–, ligeros, heridores,
hundieron las paredes del agua dura, eterna
más que inmortal, y abriéronse cortinas, y violaron
la majestad que suma despojos, ofrecidos,
votivos para siempre, ardiendo en luces húmedas.
Oh, fuego sin cenizas bajo el mar, sin dioses.
Y los que allí bajaron, rompiendo espeso el muro
del mar, luego emergieron con el precioso resto
intacto: la piedra bella en orden. La forma: el dios vacío.
Aquí está: es la presea del mar. Justa. Dionisos
quizá, o su sombra infausta. La yerta luz, su peso.
Su misterioso peso, como un rayo ofendido
que ahí se agolpó y deslumbra. La mar, la mar ahí erguida.
Es tiempo, porque humana. Es obra. Ahí en la arena
levanta el brazo en arco sobre la testa libre.
Los pámpanos, el torso desnudo; a la cintura vese
la piel salvaje. El tronco sostiene el cuello y álzase
en fin un rostro joven de veinte siglos puros de mar, de mar sin horas.
No es mármol su materia confusa. Azul la piedra:
mar, mar, es un pedazo de mar, y, en pie, una ola.
Que nunca rompe y abre sus ojos para el hombre
cual si lo reclamara para su origen: aguas, arenas, viento hondísimo.
Playa de Benalmádena… Se ven brazos morenos,
pies trabajados, piernas, vicisitud, esfuerzo.
Y estos hoy andaluces que con su pelo oscuro,
real, hoy congregados, miran con ciertos ojos
la forma intacta, el tiempo petrificado, pasan
efímeros y acaso señalan: “¿Y es un hombre?”.
No, no es un hombre, ved: mitad mar, mitad tiempo,
parece piedra. Y dura. Como en la mar, las olas.

Vicente Aleixandre
(Sevilla, 26 de abril de 1898 – Madrid, 13 de diciembre de 1984).

Liubliana



LA MUJER DEL BARCO DE LJUBLJANA

La mujer del barco de Ljubljana
sube al barco turístico todas las tardes
a la misma hora —las cinco y cuarto—
y da un paseo por el Ljubljanica.
La mujer recuerda el tiempo en que masticaba idiomas
ajenos
como caramelos pegajosos—
la gimnasia de las flores.
Recuerda la ciudad en ruinas, los bombardeos que ya no son,
entre turistas y franquicias. Un rostro amado
es siempre un rostro destruido.
Nadie habla de lo que se perdió,
pues es mejor que lo perdido se dé por perdido.
Quizá el exilio no fue
sino amar otras ciudades —inevitablemente—:
un paseo en barca hablando a solas con las calles nuevas
de este templo en ruinas que amó
y ya no reconoce.

Emily Roberts
Poeta y traductora española nacida en Ávila en 1991.

Gródek [Horodok]

La noche (1919), pintura del artista alemán Max Beckmann.


GRODEK

En la tarde resuenan los bosques otoñales
de armas mortales, las áureas llanuras
y los lagos azules, sobre ellos el sol
rueda más lóbrego; abraza la noche
murientes guerreros; la queja salvaje
de sus bocas destrozadas.
Pero silente se reúne en los prados del valle
roja nube, allí habita un Dios airado
la sangre derramada, frescura lunar;
todos los caminos desembocan en negra putrefacción.
Bajo el áureo ramaje de la noche y las estrellas
oscila la sombra de la hermana por la arboleda silenciosa
al saludar los fantasmas de los héroes, las cabezas sangrantes;
y suenan suaves en el cañar las oscuras flautas del otoño.
¡Oh duelo tan orgulloso! Oh altares de bronce,
a la ardiente llama del espíritu nutre hoy un inmenso dolor,
los nietos no nacidos.

Georg Trakl
(Versión de José Luis Reina Palazón)

Georg Trakl, poeta austriaco (Salzburgo, 3.02.1887 - Cracovia, Polonia, 3.11.1914). 

Durante la primera guerra mundial, en la ciudad polaca de Gródek (la actual Horodok, en Ucrania) se libró una cruenta batalla entre tropas rusas y austrohúngaras, con las que combatía Trakl. Después de la derrota de los suyos, el poeta intentó suicidarse, pero se lo impidieron y fue ingresado en un hospital psiquiátrico de Cracovia, donde moriría. Este es uno de los últimos poemas que escribió.