28 de noviembre de 2019

Trieste



HOTEL JAMES JOYCE

A través de la noche –cerrando los ojos en esa sombra abierta del sueño–
entra el mar a mi cuarto. Hay constelaciones y moradas en un olvido sin
edad ni fondo. Entran también el cielo y el silencio; brotan palabras hermosas.
Duérmete, amada, y contempla esta noche donde nuestros nombres no
regresan. Ven a ver el viento entre veleros, lo visible y palpable que está
afuera de esta habitación. Hay nubes de toda condición, almas tatuadas por
caricias ardientes, una alegría serena que madura desnuda, una hora y las
campanas de la iglesia ortodoxa, una túnica azul de espuma y los monosílabos
que hacen saltar a Trieste. (Pero también veo la Risiera de San Sabba y las
pinturas de Vito Timmel. ¡Ay, qué dolor, qué terrible todo!)
El edificio es de 1770 y frente a mí se extiende el mundo. Algo se anuncia,
amada, algo se anuncia en estas alas hacia auroras distantes. Algo que
desconozco vuelve a ser todo. No es el azar ni la plegaria. Tampoco es fruto
de una bella ilusión. Hay una pasión que huye, un deseo por perecer en
hondo aliento. Un ascenso de otra magnitud, redentor, que respira la
eternidad del hombre, que invade recuerdos, el amor en la memoria de
los árboles, de las travesías. En la mirada –radiante y sorprendida– una
fábula eleva el tiempo de los días. En via dei Cavazzeni, 7 los ojos se
consuelan y apaciguan cuando a través de la noche los dioses invocan la
circulación de ese mar trajinante.

Carlos Penelas
Poeta argentino (Avellaneda, Buenos Aires, 1946).

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