25 de agosto de 2020

Roma



A MI CICERONE

¡Mi cicerone! He aquí en un monumento,
una figura anónima, deforme.
Algún viajero dejó inscrito su paso por Roma.
Yo quiero saber más de este viajero.

Quizá, no tardando, una ola violenta
se lo lleve; o quizá la arena muda
termine por esconder sus lances y su vida
y nunca más volvamos a saber de él.

Yo quiero adivinar qué sentía, qué pensaba
cuando en tu libro, en tierras italianas,
puso este nombre por toda inscripción:
su única huella en el camino de la vida.

¿Lo grabaría despacio, tras largas reflexiones,
con mano temblorosa, como laude a la roca?
¿O lo hizo sin querer, cual solitaria lágrima
que se derrama en una despedida?

¡Oh, mi cicerone! Tienes cara de niño,
pero una vieja sabiduría brilla en tu frente.
Fuiste para mí un ángel guía
a través de estas puertas, sepulturas y templos.

Sabes, incluso, cómo asomarte al corazón de la piedra.
Con solo una mirada de tus ojos azules
descubres el pasado de cualquier palabra.
Mas ¿conoces, quizá, el futuro que aguarda al peregrino?

Adam Mickiewicz
Poeta polaco nacido en Nowogródek (hoy Navahrúdak, en Bielorrusia) el 24 de diciembre de 1798. Murió en Constantinopla (la actual Estambul) el 26 de noviembre de 1855.

Versión de Fernando Presa González 

(Fuente: Antología de la poesía polaca. Editorial Gredos, Madrid, 2006.)

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