10 de diciembre de 2019

Estocolmo


NO SÉ CÓMO PODER QUERERTE AÚN MÁS

Cae con intensidad la nieve en Estocolmo.
La gente se arrebuja cuando sale a la calle
en gruesos abrigos de lana, sobre capas y capas
de prendas de algodón, ropa interior recién sacada
                                                                 de los armarios.
Al mismo tiempo, en Polinesia brilla el sol y las gentes
se cubren el pubis con hojas verdes recién arrancadas
de los matorrales que crecen detrás de sus rústicas chozas;
es lo mismo que hace un ciudadano de Suecia, después
de haberlo leído tomando su café matutino, con el Dagens Nyheter,
que dobla y desliza en el bolsillo interior de su abrigo
                                antes de apresurarse a sus quehaceres.
En el restaurante del City Hotel, una polinesia
de abundante pelo rizado limpia las mesas.
Los aviones de SAS transportan en grupos ordenados
a jubilados suecos hasta Chipre o Dubai, donde
esos muslos vulgares que lucen las mujeres
de los rusos pudientes enfurecen a las viejas damas
suecas y sobresaltan los corazones de los ancianos
                                                                       caballeros suecos.
Sobre las losas que cubren el suelo de la Drottninggatan
la nieve y el hielo se van consumiendo lentamente,
porque es probable que bajo ese suelo se esparza
ahora mismo el exceso calórico de los estómagos
                                                             ocultos de tiendas y restaurantes.
La juventud sueca se amontona en el Museo Nórdico
alrededor de unos cuadros que muestran este año
(en el marco de los eventos de la capitalidad cultural europea)
el arte del tatuaje, y hasta qué punto puede ser expresivo
el discurso del cuerpo. (Un modelo sueco, vivo –un joven
mudo, desnudo hasta la cintura–, intenta comunicarse
con el público exhibiendo los signos que cubren su blanquísima
                                                                                    piel de gallina.)
Fuera, sin embargo, el invierno persiste.
No sé cómo poder quererte aún más.
El miedo marca su frontera en los gruesos abrigos, en los cuerpos
rechonchos y en los secretos deseos que anidan en ellos mientras
cruzan el confín entre las cifras minuciosamente calculadas que separan
los años, al igual que el hielo que se funde en la Drottninggatan
cuando lo pisan con sus gruesas suelas de caucho, y se rompe
                                                                         con un sonoro chasquido.


Jüri Talvet
Poeta, ensayista, hispanista y traductor estonio, nacido en Pärnu el 17 de diciembre de 1945.

Versión de Albert Lázaro-Tinaut, revisada por el autor.

(Fotografía © Tiny Lessons Blog)

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