POSTAL SEVILLANA 1972
A la memoria de Vicente Tortajada
Con
rigidez artrítica yergue su campanario la Giralda,
toda ella vuelta a desnuda carne rosa.
El cielo, de tan azul, parece sufrir de cianosis.
Una sola paloma solitaria rubrica con su vuelo
el africano sopor del casi mediodía.
Junto a la catedral, las calles huelen
a azahar y a orines de caballo.
Ni canónigos ni toreros, guías a comisión del 25 %
conduciendo desfallecientes racimos de turistas
por callejones en los que hasta los gatos
simulan ser de los tiempos del rey Pedro.
En los bares de la Judería, camareros de tiza en la oreja
rezan atropelladamente las tapas del día
santificadas entre estampas de vírgenes y carteles de toros.
El suelo, que espera eternamente ser barrido,
es una honda playa de aserrín y huesos de aceituna
en la que resulta grato alargar sin fin las rondas de cerveza.
Los guardacantones de las descascarilladas casas señoriales
comulgan todavía con auténticas ruedas de molino.
De sus hondos zaguanes que dan a patios con cancela
se desprende una penumbra nostálgica de oasis
con el refrescante auxilio de azulejos y macetas.
El asfalto de las doce cuarenta y cinco
presiente ya la cera derramada de las procesiones.
toda ella vuelta a desnuda carne rosa.
El cielo, de tan azul, parece sufrir de cianosis.
Una sola paloma solitaria rubrica con su vuelo
el africano sopor del casi mediodía.
Junto a la catedral, las calles huelen
a azahar y a orines de caballo.
Ni canónigos ni toreros, guías a comisión del 25 %
conduciendo desfallecientes racimos de turistas
por callejones en los que hasta los gatos
simulan ser de los tiempos del rey Pedro.
En los bares de la Judería, camareros de tiza en la oreja
rezan atropelladamente las tapas del día
santificadas entre estampas de vírgenes y carteles de toros.
El suelo, que espera eternamente ser barrido,
es una honda playa de aserrín y huesos de aceituna
en la que resulta grato alargar sin fin las rondas de cerveza.
Los guardacantones de las descascarilladas casas señoriales
comulgan todavía con auténticas ruedas de molino.
De sus hondos zaguanes que dan a patios con cancela
se desprende una penumbra nostálgica de oasis
con el refrescante auxilio de azulejos y macetas.
El asfalto de las doce cuarenta y cinco
presiente ya la cera derramada de las procesiones.
La mañana,
aún intacta,
tiene una transparencia de metacrilato.
tiene una transparencia de metacrilato.
Abelardo
Linares
Poeta, bibliófilo y editor español nacido en Sevilla en 1952.
Poeta, bibliófilo y editor español nacido en Sevilla en 1952.
(Fuente, A. Linares, Y
ningún otro cielo. Tusquets Editores, Barcelona, 2010.)
(Foto © Urban Sevilla)
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