ODA A LOS PERROS DE ATENAS
Montes en luz, Atenas, hija de la
belleza primera
la descubrí en mis recuerdos
aunque nunca había estado allí
desde lejos, con amour de loin,
había saboreado su nombre
hija de la primera belleza que
tiene el grado de justicia.
Descubrí los caballos de piedra
en los templos deteriorados
descubrí una taberna de oro
dentro de una calle de plata
descubrí los perros de mármol que
se han bajado de los frisos
y se reúnen por la noche en
cónclave
y muestran su estirpe socrática
filosofando en las esquinas.
Los he visto citarse en semáforos
quedar en las encrucijadas
parecen gente civilizada que
acude al ágora y se atiene
a lo que dictan los tribunales
aunque vayan a cuatro patas.
Una vieja leyenda sostiene que
son ellos los dioses antiguos
que se negaron a partir de Grecia
cuando fueron vencidos antaño
que el luminoso Zeus Olímpico y
la justa Atenea alada
prefirieron ser perros atenienses
antes que dioses bárbaros
bebedores de sangre.
Esta vieja leyenda se cuenta
mezclada con ouzo y con luna
así que cuando me alejaba por
Kiri Dimitrios y vi
entre las callejuelas de Plaka en
aquella noche estrellada
acercarse aquel perro blanco
esbelto como una gacela
y majestuoso como la Acrópolis
me atreví a tocar su cabeza y a
susurrarle por si acaso:
—Salve, Señor del Canto, tú que
llegas semejante a la noche.
Solo una cosa te pido:
Que sea alado mi poema
y no volátil.
Blanca Andreu
Poeta y prosista
española nacida en A Coruña en 1959.
(Fuente: B. Andreu, Los
archivos griegos. Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2010.)
(Foto © Olivier Ghettem)
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